Yo no quiero un marido que me ayude, que saque la basura por mí o me llame desde el súper para saber qué necesito que compre.
No quiero un marido que me ayude, que se lleve a los niños al parque para que yo pueda descansar o los recoja del colegio cuando me encuentre enferma.
Quiero una pareja que entienda las tareas de la casa y cuidados de los niños como responsabilidad común y no como un área ajena, en la que puede entrar puntualmente para echarme una mano.
Mi marido no me ayuda. Y, aunque a mí me parece normal, me recuerdan a menudo lo excepcional que es y lo afortunada que soy. [En pleno siglo XXI… no doy crédito…]
Como expatriada acompañante, no quiero un marido que me financie y me garantice un fantástico seguro médico privado.
Quiero mis propios ingresos y generar mi seguridad social.
Al cambiar regularmente de país, esto se convierte, en ocasiones, en un reto titánico. Por el nuevo idioma, la diferente cultura, la falta de contactos o limitaciones legales.
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