Yo creo que, en la vida, para entender bien algo, hay que haberlo vivido.
Recuerdo hace muchos años, en una terapia, una pregunta del psicólogo: “¿Crees que es fácil ser madre?”. Contesté, sin dudarlo: “Sí, es una cuestión de amor, de tiempo, de prioridades, de intentar entender y apoyar a tu hijo…” Obviamente, NO TENÍA NI IDEA.
El psicólogo no me lo dijo, claro. Me miró con una especie de ternura y paciencia y sonrió. Y recuerdo esa sensación: “Este hombre no comparte nada de lo que he dicho”. Años después, fui madre y ahora sonrío yo ante la ingenua afirmación de la facilidad de la maternidad.
Es difícil entender una situación cuando no la has vivido. Puedes apoyar, empatizar… A veces, como en mi caso, ni eso… (jajaja, era joven, en mi defensa). Pero, si no lo has vivido, difícilmente sabes por lo que pasa una persona que se divorcia, que tiene gemelos, que quiere emprender, que está enferma…
Por eso mismo, algunas circunstancias de la vida requieren una red específica de apoyo. Puede que las personas que te quieren no sean las más idóneas para ofrecértelo. Puede que no tengan ni idea de por lo que estás pasando, que no tengan recursos que brindarte o que incluso, sin quererlo, te contagien sus temores.
Si te has mudado al extranjero acompañando a tu pareja, es importante que cuentes con personas que comprendan tu soledad, tu desorientación, tu incertidumbre profesional, la incomodidad que te genera la dependencia financiera… Personas que han pasado por lo mismo que tú, que entienden tus inseguridades y han desarrollado recursos para superarlas.
Busca grupos de mujeres expatriadas; créalos, si es necesario. Pero no te empeñes en que te entienda quien no ha vivido tus circunstancias.