En el coaching, se insiste mucho en el enfoque positivo que hay que ofrecer al cliente. En cómo hay que preguntar más por las fortalezas, oportunidades e ilusión. Y no tanto por las debilidades, renuncias y apatía.
Y, sin embargo, es difícil catalogar las emociones en positivas y negativas. Todas tienen una utilidad y un sentido. Todas llevan un mensaje.
No creo que haya que disfrazar las emociones. Si necesitamos hablar de miedos (¿Qué te da miedo de esta opción?), no necesariamente podemos sustituir la conversación por una centrada en el valor (¿Qué significa ser valiente para ti? ¿Qué opción te parece más valiente?).
Creo que el objetivo es el mismo: ayudar a avanzar al cliente.
Y que las emociones como la rabia, la ansiedad, la tristeza son también positivas. Nos pueden dar una información valiosísima y su mera aceptación, a veces, genera un alivio y estado de ánimo propicio para el siguiente paso.
Te cuento esto para que sepas un poco más de mí y de cómo trabajo.
Buscar un coach es como buscar un psicólogo o incluso un médico. No te vale cualquiera. Pero no tanto por los títulos o experiencia que tengan (que también importan, claro), sino por su estilo de trabajo, incluso por su personalidad. ¿Te interesa un médico que te receta antibióticos pronto o uno con métodos más naturales? Eso depende de ti. Necesitas a alguien que te genere confianza y respeto. Y, para eso, tienes que conocer tus necesidades y al profesional en cuestión.
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